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ElPais.com: «Los adolescentes son quienes más estrés crónico y ansiedad sufren»

Publicado por Comunicación POIM en

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Quienes trabajamos con jóvenes y adolescentes sabemos que es una etapa maravillosa pero complicada a nivel de emociones. A tosa la energía, plasticidad de su cerebro y capacidad de implicación se unen unos sentimientos a flor de piel que hay que saber gestionar. Y no siempre se hace.

Desde su óptica muchas veces se nos acusa a los adultos de «no entenderles». Y, en ocasiones, no les falta razón. Los adultos parecemos haber olvidado esa etapa en la que todo era demasiado intenso, y, al verles ahora, les catalogamos de «bomba de relojería». Sin embargo hay que trabajar la empatía, desde ambas orillas, para descubrir que no somos tan lejanos y que se puede hacer un trabajo excelso con estas edades.

En parte, el artículo que os compartimos hoy va en esa línea. Desde la versión digital el periódico El País, os traemos una interesante entrevista con el biólogo David Bueno en el que afronta esta temática desde la neurociencia en su libro «Emociones a raudales. ¡Qué aventura!».

En esta entrevista veremos cómo las emociones negativas pueden ser una oportunidad de crecimiento y mejora si sabemos, y les<ayudamos, a encauzarlas. Pues como dice el propio Bueno:

«El mejor modo de proceder es tomarse un tiempo de calma para analizar qué ha producido esa emoción, qué sensaciones internas está produciendo y qué respuestas impulsivas podrían salir y, a partir de ahí, ver si es necesario encauzarlas o no.»

Y es que las emociones, bien dirigidas, pueden ser un motor a la creatividad, el trabajo, el compromiso y una fuerza extra en una edad en la que tenemos una dualidad compleja de gestionar: el de sentir que tenemos la energía para hacerlo todo y, a la vez, la inseguridad de no saber si seremos capaces o cómo nos juzgará el resto del grupo.

Y es que ya lo dice el propio autor:

«Los adolescentes son quienes más estrés crónico y ansiedad sufren, su cerebro está más agotado que el de niños y adultos»

Pensemos en ello la próxima vez que nos enfrentemos a una «explosión» de emotividad y debamos reaccionar a ella.

 

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