Imagen que ilustra la noticia de ElPais.com ADAM HESTER (TETRA IMAGES RF / GETTY)

Vivimos en una época en el que el concepto de privacidad se ha quedado reducido a la mínima expresión. Compartimos toda nuestra vida día a día en redes sociales, sin ser conscientes de la cantidad de información que vertemos de nosotros mismos a la red.

Este fenómeno se agrava cuando nos convertimos en padres y entonces, compartimos no sólo nuestra vida, si no la imagen y la vida de nuestros hijos e hijas. Muchas veces antes incluso de que nazcan. Es lo que se denomina sharenting, anglicismo que se forma de la unión de share (compartir) y parenting (paternidad).

Esto genera una serie de problemáticas que, por su interés, hemos recogido de una noticia publicada el día de hoy en la edición digital del diario El País y que podéis consultar en el siguiente enlace.

La primera de estas consecuencias es que ya se genera lo que se denomina “huella digital” y que acompañará a nuestro retoño toda su vida (salvo que, expresamente pida su eliminación, lo que su conlleva un trámite farragoso).

Esta montaña de datos personales las lanzamos a las redes sin ser conscientes del posible uso que se pueda hacer de ellos. Habla el artículo, con enorme acierto, del uso que ciberdelincuentes pueden hacer de esos datos como la suplantación de personalidad, lo que unido a herramientas de IA ha hecho que algunos padres ya hayan sufrido extorsiones por supuestos secuestros de sus hijos con llamadas en las que éstos les pedían el rescate (ya hay IA generativa de voz bastante potente que coge los datos de nuestra vos de vídeos publicados).

Además de estas, os animamos a profundizar en el artículo acerca de otras peligrosas prácticas a las que estamos exponiendo a la infancia y juventud y, sobre todo, a tratar de ponerles remedio mediante la educación y la formación constante en estas nuevas prácticas.